CUIDAMOS O PERECEMOS

Es necesario un nuevo paradigma de civilización, donde el cuidado se transforma en categoría central: “Cuidamos o pereceremos ante la devastación de la biosfera y de la propia sobrevivencia de la especie humana” (Leonardo Boff).

Por Diana Cristina Sosa

Frente al constante aumente de la violencia en las escuelas, la sociedad no sólo demanda que la educación desarrolle capacidades humanas cognitivas y motrices sino que se interese por las capacidades de equilibrio personal o afectivas, las de relación interpersonal y de actuación e inserción social.

ÉTICA DEL CUIDADO

El cuidado, como competencia integradora de cuidarse a sí mismo, a los otros y al entorno, es un paradigma que produce calidad educativa, con inclusión y felicidad. Es un concepto que nace con una mirada ética desde lo femenino – cuidar y ser cuidado – que enriquece y amplía la postura ética tradicional de obligación y deber.

Una práctica educativa de cuidado implica empatizar con el prójimo – que no sólo es ponerse en el lugar del otro sino mirar desde su marco de referencia – para luego involucrar todos los medios que permitan transformar imposibilidades contingentes adversas. Un cambio de estas características no sólo avanza en mutar los mecanismos punitivos tradicionales sino que busca construir una escuela que democratice la información, la deliberación, las decisiones y la acción; que signifique las reglas desde la comunidad; que profundice el aprendizaje emocional y empoderamiento de todos los actores escolares, para que genere vida y cultura política escolar, como resultado de sus interrelaciones.

Cambiar el paradigma punitivo por uno restaurativo, como propone la ética del cuidado, permite recuperar al victimario, ya que víctima y victimario deben reconocer que se rompió un vínculo ético y, por ende, definir la manera de repararlo, comprendiendo por qué el acto cometido se desvió de la norma: se acuerda un pacto de solución a las dificultades que motivaron la agresión para recuperar la paz.

Un proyecto institucional de una escuela que se propone trabajar con prácticas escolares que cuidan, debería ampliar la mirada sobre el quehacer de la escuela y poner en el centro del análisis la calidad de las prácticas de enseñanza-aprendizaje, el estilo de las relaciones que se establecen entre los actores escolares y los espacios de participación de los actores escolares.

CALIDAD DE LAS PRÁCTICAS DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE

Es frecuente, en las escuelas, que se lean las prácticas de enseñanza aprendizaje en forma estadística: sólo es señal de alarma si un curso manifiesta un nivel alto de desaprobados. Con la ética del cuidado, el acento se pone en la mejora personal sostenida de niños y jóvenes para lo cual se vuelven sustantivas las buenas prácticas de enseñanza aprendizaje, el control del trabajo no autoritario, la ayuda, atención y preocupación por el proceso de aprendizaje y la educación en valores trascendentes.

CALIDAD EN EL ESTILO DE LAS RELACIONES QUE SE ESTABLECEN ENTRE LOS ACTORES ESCOLARES

En las instituciones escolares se establecen parámetros e instancias de control, para verificar que, como señala la canción infantil, “cada cual cumpla su juego”. Son mecanismos de control basados en la desconfianza que debe desarticularse para entrar en una pedagogía del cuidado o, mejor aún, recuperar la sabiduría infantil como nos recuerda otra canción: “Dios quiera que el hombre pudiera volver a ser niño un día para comprender”.

En un cuarto grado de la escuela mencionada, los alumnos organizaron un debate ante reiteradas pérdidas de útiles escolares. Decidieron rotular sus útiles y poner una caja en el aula, donde fuera posible colaborar con lápices, gomas, sacapuntas, etc., de modo que quien lo necesitara pudiera tomarlo de la caja.

La primera medida de rotular les permite evitar confusiones, por lo que no infieren mala fe en la toma de útiles ajenos sino posible distracción; con la segunda solución, asumen una circunstancial necesidad de sus compañeros y la satisfacen voluntariamente para que ellos no se vean obligados a tomar útiles sin permiso.

La ética del cuidado también considera y valora la capacidad afectiva: amistad, contención y comprensión; la estructura edilicia que no siempre es cordial con alumnos y profesores y la apertura institucional, en sentido de libertad, respeto y buen trato al hacer y opinar. Calidad de los espacios de participación de los actores escolares

PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES ESCOLARES

En las escuelas, las acciones participativas exigen de mucho esfuerzo. Las prácticas de cuidado se traman en la cultura participativa de los actores escolares, abriendo espacios de participación en las decisiones y empoderándolos para que ocupen su lugar y se apropien de sus propios actos de trabajo.

La escuela es el lugar privilegiado de aprehensión de códigos socio-lingüísticos de paz y convivencia respetuosa. Con la ética del cuidado se mejora la calidad educativa, que implica más que aumentar horas de matemática y lengua o incluir educación social y emocional. La educación, como sistema complejo que se refleja en los aprendizajes de los alumnos, exige abordajes sistémicos que involucren todas sus dimensiones.

Diana Cristina Sosa – Proyecto Consolata Intergentes (Argentina)